Antes de que los notarios
existieran, los hombres sellaban un pacto con un apretón de manos, era
suficiente e iba a misa. Existen muchas formas de darse las manos, siempre
recordaré en una visita de un inspector de enseñanza al Centro Escolar que un
servidor dirigía, que el alto funcionario al darme la suya tuve la sensación de
tener entre la mía un objeto fofo y casi repulsivo que consiguió el que yo no
supiera qué hacer con ella, y quiero recordar que también la dejé pendulona; tampoco
hay que pasarse, pues aquí en Málaga, esta ciudad que todo lo acoge y todo lo
silencia, tengo un amigo que cuando me la da lo hace con tal fuerza que procuro
que dos lágrimas no resbalen por mi cara.
Me
ha llamado la atención que el señor Fenoll,
emprendedor catalán e independentista, negara estrechar la mano del príncipe Felipe, cuando este se la tendió en una
visita que giraba a una feria de informática que se celebraba en Barcelona, por
no permitir, decía el tal Fenoll, que el marido de Leticia aprobase la consulta soberanista catalana.
Creo
que semejante postura es, además de ineducada, una sandez preparada de antemano
para ser protagonista porque sí, más aún cuando el Príncipe de Asturias volvió
sobre sus pasos para intentar de nuevo arreglar el desaguisado con un “chócala,
amigo”, mientras el desaforado independentista siguió en sus trece negando
apretar una mano tendida.
Eso
no se hace buen hombre, no ya porque el otro fuese Borbón en ejercicio sino porque es de muy mala educación dejar a
alguien con la mano tendida sin apoyo de ninguna clase.
Lo
malo de la película es que los señores Homs
y Mas, que acompañaban al Príncipe
en el recorrido, no es que no reprendieran al maleducado Fenoll, sino que tras
sendas sonrisas de oreja a oreja tendieran las suyas al discípulo de Laporta, demostrando una salida de tono
y tino sin precedente.
He
hecho un alto en el debate de la Nación, aunque me he tragado el rifirrafe
entre Rajoy y Rubalcaba, para narrar este hecho que retrata fielmente el momento
que vivimos en esta España sin sentido, pues creo que estas torpes líneas
conforman una foto más nítida que la que han presentado R y R.
Negar
un estrechón de manos por dos veces seguidas es un acto vergonzante sea quien
sea el que la tiende.
¡Ja!
ResponderEliminar¡Ji!
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