La Generalitat, el órgano de
gobierno de los residentes en Cataluña, en su afán de inventarse recortes ha
llegado al máximo de los ridículos: a suprimir la merienda de los presos. Bien
poco saben estos señores, me refiero a los políticos catalanes, que el mayor
recorte que se le puede hacer a un ser humano es el de privarle de su libertad.
Pues
no contentos con eso, han suprimido un cacho de pan con algo de chorizo y un
café de pucherete para los residentes forzosos en prisiones. Ignoro “la hambre”
de los que están en el treno, pero la dignidad de muchos de ellos, que creo la
tienen, ha sido pisoteada por los mandamases de cárceles y rejas.
Un
motín, una rebelión, una revolución o un follón como la copa de un pino es lo
que se merecen esos descerebrados que han suprimido una parte del Padrenuestro,
aquella que hace mención al “pan nuestro de cada día”, a los que están pagando
el error, la falta, el robo o el homicidio con estar entre rejas. No contentos
con la que puede armar, se han cepillado mediante decretazo afilado algo de
pavo y un mantecado para las fiestas de Navidad y Fin de Año. Y ya para colmo
de males, han subido el menú de los funcionarios de prisiones de tres a seis
euros.
No
se han enterado que con las cosas de comer no se juega y, por ello, se merecen
un correctivo en condiciones. Dicen las malas lenguas que el señor Rajoy va a subir el IVA de los
productos básicos, carne y leche, antes de que comience el otoño. Si es cierto
ese rumor de los deslenguados, debería tirar el Notario de hemeroteca y
enterarse de la que se armó en la España de la II República cuando el precio
del kilogramo de pan se incrementó en una “perra gorda”, o sea, en diez
céntimos de las antiguas pesetas.
Con
todo este ataque al pan -¡ay! cómo recuerdo cuando antiguamente se caían al
suelo unas migas de pan y mi madre, con exquisito mimo, las recogía, las besaba
y nos decía que el pan era la gracia de Dios- se puede liar la marimorena.
El
gobernante de hoy no cree ni en la madre que lo parió.
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