
Cantan, cantan y cantan las cigarras.
Sus cantos son del día pregoneros,
abejas liban néctar de romeros
y borrachas se asientan en las parras.
El azul barco suelta sus amarras
y las gaviotas vuelan tras los meros.
Ríos de plata, rezos marineros
de manos que acarician sus guitarras.
Abren al sol desgarros coloridos:
claveles, amapolas y azucenas.
Yo te enseño y te muestro mi desgarro,
abre tú los candados del olvido,
convirtamos en agua las arenas
y florezcan las rosas en el barro.
(Del poemario “Donde el viento silba nácar” de José García Pérez)
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